Archivo | febrero, 2018

Qué animalada (de vistas)

6 Feb

Un embalse, imponentes montañas adonde mires y una vegetación frondosa y variada. Qué más se puede pedir para emprender una caminata, y si encima te ofrecen un folleto proponiéndote un bonito sendero local, la decisión está tomada. Había que conquistar los alrededores de Puebla de Arenoso, ese bonito pueblo vecino de Montanejos y fronterizo con la provincia de Teruel.

 

Una caminata que nos llevaría desde el pueblo situado a una altura de 600 metros y con fantásticas vistas al embalse de Arenoso hasta puntos tan emblemáticos como el Mirador de la Carrasquica a unos 1.356 metros sobre el nivel del mar. Antes de llegar hasta ahí, sin embargo, nos esperaba una aventura en absoluto prevista…

En el folleto para el senderista sobre todo se resalta la rica fauna de Puebla de Arenoso. Hay una larga lista de rapaces, reptiles, mamíferos y carnívoros en la cual se pueden encontrar incluso algunos que causan cierto respeto como buitres leonado, cuervos, víboras o culebras bastardas, jabalíes o zorros. Pero nada en comparación con lo que nos íbamos a encontrar. Y eso, que al emprender el camino hacía las alturas algún que otro detalle hubiera podido llamar nuestra atención. Las alambradas (rotas), las huellas notables e inconfundibles… pero ni Sherlock, ni Shatterhand. El instinto nos falló total.

Y ni siquiera cuando vimos el primer ejemplar nos alarmamos: «Mira, una vaca blanca!» Clic, foto para la posterioridad. Pero qué ilusos. Habíamos llegado a la Masía del Chorrico, mejor dicho al poblado que lleva medio siglo abandonado – bueno, casi. Porque hoy en día es el hogar de una vacada considerable de bovinos. Y después de esa vaca maca no tardaron en aparecer sus familiares: negros, grandes y con cara de poca alegría al vernos (al menos eso nos pareció). Y como si se lo hubieran pensado de antemano, todos posicionándose en mitad de nuestro camino. Y no, no hay foto de eso porque cara a cara con la bestia, quien hubiera encontrado el disparador. Rápidamente nos autoconvencimos de que teníamos todas las papeletas para salir perdiendo y preferimos dar una vuelta gigante por detrás de la masía para encontrarnos mucho más adelante con el camino original.

El por qué justo en ese punto un cartel nos animaba a «moderar la velocidad», hasta hoy sigue siendo un misterio 😉

Del susto, casi olvidamos por momentos las fantásticas vistas que habíamos disfrutado hasta entonces: Mientras el pueblo cada vez se hacía más minúsculo, se agrandaba el panorama hacía el pantano, las montañas que le rodean y hasta la lejana Peñagolosa. En el camino no sólo nos cruzamos con muchas de las bonitas fuentes de Puebla de Arenoso, sino también con una gran variedad de arbustos y árboles -pino rodeno, quejigos, lentiscos, enebros, arces…

Pasado el susto, nuestra caminata iba por caminos aparentemente seguros. Aunque, afinado nuestro sexto sentido sioux, topamos un par de veces con huellas de indudable origen de pezuña hendida.

Pero también pudimos disfrutar de un monumento natural tan hermoso como único: la carrasquica, un árbol gigante de unos 400 años, símbolo especial para la gente de Puebla de Arenoso y clara señal del amor al diminutivo en tierras aragonesas.

De ahí ya había que emprender la bajada hacia la Fuente de Umbría, pero a partir de una masía en ruinas llamada Montico ya no había señales del camino. Improvisando acabamos… en la Masía del Chorrico. Otra vez…. Pero antes de llegar al lugar de las bestias, sin dudar ni un «mu», volvimos al ya conocido rodeo… sólo que está vez los bovinos estaban pastando por ahí. Sacando pecho y manteniendo el aliento pasamos entre varias reses y logramos «escapar» (no, ¡tampoco hay foto!).

Un final de la caminata no previsto pero en compensación provisto con otras magníficas impresiones de Puebla de Arenoso y su pantano a la luz del atardecer.