11 Mar

«Regeneración» – Reconstrucción que hace un organismo vivo por sí mismo de sus partes perdidas o dañadas (RAE). Un revivir que estos días se puede observar por todo el Alto Palancia y lo único que se necesitaba para ese pequeño milagro natural era agua. Después de las últimas lluvias la primavera se abre paso con fuerza, vuelve el verde intenso a la vegetación, el brillo a las hojas. Todo un placer que hemos disfrutado durante un pequeño paseo por el parque natural de la Sierra Calderona.

Un paseo por tierras rojizas, pinares que parecen fundirse con el Mediterráneo, fuertes carrascas compitiendo con sus curiosas formas con las rocas que se levantan en forma de pasteles sobrepuestos.

Es el momento de los almendros y los romeros en flor, del brillante oro de la aliaga, de las tímidas flores del madroño y las bayas del enebro con su color intenso.

Fue un paseo de regeneración también para nosotros – respirando el aroma a tierra mojada y arbustos mediterráneos, disfrutando de aire limpio que anunciaba más lluvias. Y así fue. El cielo ya lo decía todo y cuando las nubes decidieron soltar su bagaje, acabamos hechos una sopa. Y felices ;-).

 

Qué animalada (de vistas)

6 Feb

Un embalse, imponentes montañas adonde mires y una vegetación frondosa y variada. Qué más se puede pedir para emprender una caminata, y si encima te ofrecen un folleto proponiéndote un bonito sendero local, la decisión está tomada. Había que conquistar los alrededores de Puebla de Arenoso, ese bonito pueblo vecino de Montanejos y fronterizo con la provincia de Teruel.

 

Una caminata que nos llevaría desde el pueblo situado a una altura de 600 metros y con fantásticas vistas al embalse de Arenoso hasta puntos tan emblemáticos como el Mirador de la Carrasquica a unos 1.356 metros sobre el nivel del mar. Antes de llegar hasta ahí, sin embargo, nos esperaba una aventura en absoluto prevista…

En el folleto para el senderista sobre todo se resalta la rica fauna de Puebla de Arenoso. Hay una larga lista de rapaces, reptiles, mamíferos y carnívoros en la cual se pueden encontrar incluso algunos que causan cierto respeto como buitres leonado, cuervos, víboras o culebras bastardas, jabalíes o zorros. Pero nada en comparación con lo que nos íbamos a encontrar. Y eso, que al emprender el camino hacía las alturas algún que otro detalle hubiera podido llamar nuestra atención. Las alambradas (rotas), las huellas notables e inconfundibles… pero ni Sherlock, ni Shatterhand. El instinto nos falló total.

Y ni siquiera cuando vimos el primer ejemplar nos alarmamos: «Mira, una vaca blanca!» Clic, foto para la posterioridad. Pero qué ilusos. Habíamos llegado a la Masía del Chorrico, mejor dicho al poblado que lleva medio siglo abandonado – bueno, casi. Porque hoy en día es el hogar de una vacada considerable de bovinos. Y después de esa vaca maca no tardaron en aparecer sus familiares: negros, grandes y con cara de poca alegría al vernos (al menos eso nos pareció). Y como si se lo hubieran pensado de antemano, todos posicionándose en mitad de nuestro camino. Y no, no hay foto de eso porque cara a cara con la bestia, quien hubiera encontrado el disparador. Rápidamente nos autoconvencimos de que teníamos todas las papeletas para salir perdiendo y preferimos dar una vuelta gigante por detrás de la masía para encontrarnos mucho más adelante con el camino original.

El por qué justo en ese punto un cartel nos animaba a «moderar la velocidad», hasta hoy sigue siendo un misterio 😉

Del susto, casi olvidamos por momentos las fantásticas vistas que habíamos disfrutado hasta entonces: Mientras el pueblo cada vez se hacía más minúsculo, se agrandaba el panorama hacía el pantano, las montañas que le rodean y hasta la lejana Peñagolosa. En el camino no sólo nos cruzamos con muchas de las bonitas fuentes de Puebla de Arenoso, sino también con una gran variedad de arbustos y árboles -pino rodeno, quejigos, lentiscos, enebros, arces…

Pasado el susto, nuestra caminata iba por caminos aparentemente seguros. Aunque, afinado nuestro sexto sentido sioux, topamos un par de veces con huellas de indudable origen de pezuña hendida.

Pero también pudimos disfrutar de un monumento natural tan hermoso como único: la carrasquica, un árbol gigante de unos 400 años, símbolo especial para la gente de Puebla de Arenoso y clara señal del amor al diminutivo en tierras aragonesas.

De ahí ya había que emprender la bajada hacia la Fuente de Umbría, pero a partir de una masía en ruinas llamada Montico ya no había señales del camino. Improvisando acabamos… en la Masía del Chorrico. Otra vez…. Pero antes de llegar al lugar de las bestias, sin dudar ni un «mu», volvimos al ya conocido rodeo… sólo que está vez los bovinos estaban pastando por ahí. Sacando pecho y manteniendo el aliento pasamos entre varias reses y logramos «escapar» (no, ¡tampoco hay foto!).

Un final de la caminata no previsto pero en compensación provisto con otras magníficas impresiones de Puebla de Arenoso y su pantano a la luz del atardecer.

 

 

Metedura de pata

28 Dic

Si un día te encontraras con un precioso pato en el patio de tu casa, ya sería todo un suceso. Sin embargo, si coincide que justamente unas pocas horas antes te has comido un congénere suyo, el caso coge tintes tragicómicos… Pero vamos paso a paso con ese pato…

  

Nuestro protagonista fue visto por primera vez el día de Navidad, paseando tranquilamente por la terraza de Sharíqua. Un bonito e imponente pato criollo, también llamado pato real o Cairina moschata sylvestris. No parecía buscar alojamiento, pero sin duda le «a-pato-cía» un buen descanso con vistas.

 

Así que saltó a la barandilla, se encaró hacía el pueblo y dejó brillar al sol  su vistoso plumaje blanquinegro con toques verdes metalizados. Un poco de cuidado del plumaje, algo de pedicura, cambio de posturas, agitación de alas, meditación. No cabía duda, el animal estaba a gusto. Momento que aprovechamos para unas primeras investigaciones en internet -se confirmaba que era chica- y llamadas a vecinos, potenciales poseedores de anátidas.

Rápidamente dimos con un posible dueño que sin embargo no podía venir hasta el día siguiente para ver a la fugitiva. Y ahí se nos cayó el mundo encima. No por la tardanza del potencial dueño, sino por un posible error fatal. ¿Y si Sylvestris había escapado de un destino similar a nuestro pato emplatado y habíamos avisado a su dueño y con ello dictaminado su sentencia de muerte? Pero qué metedura de pata. Imágenes del pavo de Obama, del ganso navideño Auguste del cuento de Friedrich Wolf, de las tristes navidades de Dagobert Duck, alias Tío Gilito… nos nublaron la mente.  Mientras la pobre Sylvestris disfrutaba de la puesta de sol totalmente desprevenida, no sólo nos reconcomían por dentro los recuerdos de nuestra cena la noche anterior, sino también estábamos aterrorizados por el futuro de nuestro huésped plumoso.

Qué queréis que os digamos: Entró la noche, amaneció y… Sylvestris ya no estaba. Final feliz para una historia de navidad -al menos así lo queremos creer. 

PD: El año que viene nada de aves -ni en el horno ni bajo el árbol de navidad.

 

Lo que faltaba

16 Dic

Brillo de luces, estrellas y bolas de navidad, ramitas de abeto y renos, cascabeles, muñecos de nieve y de papá noel… Música adecuada, bombones y olores a invierno, chimenea y noches de paz. Sólo faltaba una cosa -aunque esencial- para que Sharíqua se vistiera de fiesta: las galletas de navidad.

Ahora sí, después de muchas horas durante las cuales la casa se ha llenado de aromas a canela, clavo, chocolate, avellanas tostadas, azúcar aromatizado… ahora sí puede llegar el día 24. ¡Que empiece la navidad, el momento más dulce del año!

¡Felices Fiestas a tod@s!

P=k2πrγ

29 Nov

Lo ha vuelto a hacer. Por fin. Después de meses y meses sin lluvia, el cielo ha tenido compasión. ¡¡Ha llovido!! Una lluvia tímida, eso sí, pero al menos volvemos a ver ese bonito espectáculo de las gotas de agua agarrándose a las hojas de árboles, arbustos y flores. ¿O son ellas las que intentan mantener el frescor? 

Cierto que sólo hablamos de unas cuantas gotas, aún no hace falta la Ley de Tate P=k2πrγ para medir su escaso peso de 0,005 g o su tensión superficial. Basta con saber que son un bonito espejo para la naturaleza y un gran alivio que hace respirar a la tierra. 

Claro que oyen

16 Jul

Ya se sabe, la huerta es lugar de discrepancias. Preguntas como cuándo plantar, qué tipo de tomate, cómo podar, cuántas veces regar… pueden llenar tardes enteras de controversias y acaloradas discusiones. ¿Y el abono? Ahí el consenso es casi un imposible. Y mientras nosotros empujamos carretillas y carretillas de estiércol ecológico a nuestra huerta y la alimentamos con nuestro compost, notamos esos ojos críticos de nuestros vecinos agricultores y escuchamos sus sabios consejos: Que hace falta más fertilizante, que algún que otro saquito de abono no tan natural no estaría mal, que las plagas no se van solas… Es difícil convencerles de nuestro agro-comportamiento, pero es fácil dejarles boquiabiertos e incrédulos. Es el momento cuando añadimos: «Sí, pero a parte del estiércol, también les hablamos a las plantas.» Dicho con una gran sonrisa deja el suficiente espacio para tomarlo tanto como una broma como una locura o una fuerte convicción. La reacción de los veteranos del campo suele ser la misma: «Nada que hacer.»

Y mientras nos toman como caso perdido, ahí la tenemos, la prueba. En nuestra propia huerta: Es nuestro níspero y sabe oír. Cierto que hace ya decenios que cada vez más científicos investigan sobre los sentidos de las plantas y la neurobiología vegetal provoca una sorpresa tras otra, pero verlo con tus propios ojos… Y eso que nuestro árbol no nos ha demostrado -aún- aptitudes como el maíz, chasqueando con sus raíces y orientándolas hacía lugares zumbantes. No. Tampoco sabemos si sería capaz de defenderse como un tomate que ante un ataque comilón de alguna oruga llena sus hojas con sustancias agrias y además desprende un aroma avisando del peligro a sus compatriotas.

Nosotros más bien nos acogemos a Darwin, ese excelente científico naturalista que ya hace más de cien años se pasó toda una tarde tocando la trompeta en un jardín para ver si las plantas reaccionaban. Bien es verdad que el resultado ante las entonces posibles mediciones fue nulo, pero eso no le hizo dudar en publicar su hipótesis sobre el «root-brain». Y exactamente eso lo debe tener nuestro níspero. Un cerebro. En él procesó lo que tuvo que oír a finales del año pasado cuando hablando de su miserable rendimiento, nuestro cuñado Pulgarcito nos sugirió: «A veces simplemente no funcionan y hay que quitarlos.» Una sentencia de muerte que tuvo sus frutos. ¡Y cuántos! Este año nuestro níspero ha producido tanto como nunca en su vida.

Lo más seguro es que -otro de los descubrimientos de la neurobiología vegetal- haya sentido un miedo inhumano y se haya puesto las pilas. Prueba suficiente para enterarnos de más cosas de este campo científico. Quizás es pronto para confirmar que sabe hacer cálculos, recordar cosas, aprender… Pero, sabiendo que sabe oír, porque no ponerle un poco de música para que crezca más a gusto. Todo un clásico entre los que defendemos las sensibilidades de las plantas.