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Ay Aín

1 Mar

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Para empezar: Un paseo, lo que se entiende como paseo, no es. En absoluto. Aunque el ayuntamiento de Aín anuncia esta ruta como tal, es una caminata bastante exigente que pone a prueba la forma física, el sentido del equilibrio y la fortaleza de las rodillas. Eso sí: Es un recorrido sumamente bonito no sólo por llevarnos por lugares históricos, sino también por las impresionantes vistas que ofrece de la Sierra Espadán, sus pueblos y la montañosa provincia de Castellón.

Así que costará, pero vale la pena hacerlo: el itinerario SLV-27, el «paseo de la Peña Pastor y el Gurugú que nos llevará entre viñas viejas, pedregales y castaños» (Ayuntamiento). Es un precioso sendero local que según las autoridades de Aín se recorre en 1.30 horas. Queremos pensar que sólo se refieren a la ida, porque nosotros empleamos casi 3. Eso ain-sierra-espadan18_casa-rural-shariquasí, con largas y extendidas pausas para disfrutar de los cambiantes panoramas, con picnic en lo alto del Gurugú -con sus 1.014 metros uno de los imponentes picos de la Sierra de Espadán- y con tiempo para visitar los lugares históricos a lo largo del camino.

La ruta sale del pueblo y se puede hacer en sentido contrario a las agujas del reloj -lo recomendado en el folleto de Aín- o al revés. Nosotros nos decantamos por lo último, ya que así nos ahorrábamos la tremenda subida a la Peña Pastor y al Gurugú desde el Barranco del Picaio. Además, durante el agradable paseo por el Barranco de la Caridad en dirección al Collado de Ibola, nos quedaba la ilusión de que la bajada desde el Gurugú iba a ser algo más benévola…

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El paseo 😉 primero nos lleva a un bonito calvario del siglo XVIII con su ermita, sus cipreses y sus imágenes. Es el primer momento para detenerse unos minutos, disfrutar del silencio y las vistas al pueblo. Un lugar con ni siquiera 200 habitantes, casas de cal y toques de azul o turquesa y una ubicación perfecta sobre una pequeña colina a una altura de casi 500 metros, rodeada por varios preciosos picos de la sierra. Es un pueblo con orígenes andalusíes cuyo nombre hace referencia a las múltiples fuentes y manantiales que caracterizan su entorno y que en su día también alimentaron hasta cinco molinos harineros hidráulicos.

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Caminar alrededor de Aín significa adentrarse en una naturaleza exuberante, pasear entre alcornoques y pinos rodenos, ain-sierra-espadan10_casa-rural-shariquaentre brezo, mirto, lentisco y madreselva. Un profundo verdor alimentado por musgos y líquenes, desprende un perfume a tierra fértil y húmeda. Muchos momentos para respirar profundamente, soltar un «ay» de tanto placer.

ain-sierra-espadan31_casa-rural-shariquaA los pocos minutos se llega al L’Arquet, un pequeño acueducto que alimentaba al molino del mismo nombre y ubicado a su lado. Ya falta poco para alcanzar a una altura de 620 metros a la vieja fortaleza también conocida como Castillo de Benialí. Al igual que el pueblo es de la época medieval andalusí y aunque su estado es de ruina uno puede hacerse una idea de la importancia que tenía. Los restos de la muralla y sus dos torres, las dependencias y aljibes vieron llegar en son de reconquistador al rey Jaume I en el año 1238.

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El sendero sigue en dirección Collado de Ibola, donde enganchamos con el sendero PRV 63.6 hacia el Pico Espadán y el Gurugú. Por una agradable senda ganamos altura y disfrutamos de excelentes vistas casi panorámicas.

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El pico del Gurugú se anuncia con la aparición de trincheras, tristes testimonios de la Guerra Civil, y el progresivo endurecimiento del trayecto. Vale la pena impregnarse de las bonitas impresiones de altura desde esta cumbre antes de emprender la bajada por la Peña Pastor. Entre rocas de rodena y vetustos alcornoques nos espera un descenso a veces bastante complicado que nos hace recordar que el hombre a parte de piernas también posee manos para desplazarse.  

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Seguro que se oirá algún que otro «ay», esta vez motivado por algún que otro susto. Ayudándonos de palos, manos y culo llegamos sanos y felices a la carretera que nos lleva de vuelta al pueblo. Lo dicho. Un paseo no era, pero bonito…

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19 Ene

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Ha sido una caminata didáctica. Una caminata que muchos años antes nos había encantado y que no nos atrevimos a repetir por miedo. Miedo a lo que íbamos a ver después del horrible incendio que un día de marzo se comió cientos y cientos de hectáreas de bosque y matorral en la Sierra Espadán y amenazó con tragarse a Gaibiel entero. Han pasado diez años y por fin hemos vuelto… para ver las dos caras de un paisaje devorado por las llamas.

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gaibiel_casa-rural-shariquaUna mañana gélida, al inicio, la caminata nos lleva al pequeño barranco de la Costaleta. Aún en la sombra, la escarcha ha convertido muchas hojas y bayas en minúsculas obras de arte.

Hay que cruzar el río Regajo -no sin antes haber visitado la vistosa fuente del Vicario- que a estas horas parece echar humo. Al emprender la subida, somos nosotros los que «vaporeamos» el aliento al aire fresco de invierno.

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Al otro lado de la montaña nos esperan el sol… y las primeras huellas de aquel incendio. Hoy, un decenio más tarde, una densa gaibiel16_casa-rural-shariquaalfombra verde ha reconquistado el alto, recubierto de coscoja, romero, jaras, brezo blanco y lentisco. Pero también nos encontramos con los esqueletos de árboles grandes, tumbados y aún ennegrecidos. Testigos de un incendio, convertidos en monumentos exhortatorios… y rodeados de jóvenes pinos y arbustos que demuestran que la naturaleza es más fuerte que las llamas y las estupideces humanas. La historia de los bosques mediterráneos es también la historia de sus incendios. Así que decidimos quedarnos con las impresiones de una naturaleza fuerte e invencible.

Y no sólo impresiona la naturaleza viva, sino también la petrificada. De tiempos mucho más gélidos que esa misma mañana, hablan formaciones rocosas, comprimidas, agujereadas, fileteadas y esculpidas por las fuerzas del hielo y la tierra.

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gaibiel8_casa-rural-shariquaAl llegar al cruce con el PRV-63.7 no podemos resistir la tentación, nos desviamos del camino previsto y caminamos por el altiplano en dirección al Pantano El Regajo. Las vistas son espectaculares, abarcan desde los pueblos en los alrededores hasta las montañas de la Sierra de Espadán o los picos de Bejís.

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gaibiel18_casa-rural-shariquaCamino de vuelta y pasando por una zona llamada Majadal, pronto llegamos al «Mirador de la Carrasca» que ofrece unas bonitas vistas del pueblo y del valle al que se ha acoplado Gaibiel. El camino va descendiendo de forma rápida y pronto aparece el restaurado castillo. gaibiel19_casa-rural-shariqua

Desde allí una senda lleva de vuelta al río y, teóricamente, por un pequeño puente a la fuente Los Caños. Teóricamente. Porque como al puente le falta un metro para alcanzar la otra orilla, si el río lleva bastante agua, toca quitarse las botas. Sin duda el momento más refrescante de la ruta. ¿Hay un final mejor para una caminata con reencuentro feliz? gaibiel20_casa-rural-shariqua

 

Vistas de invierno

12 Dic

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Cierto que las temperaturas invernales aún se hacen esperar, no obstante el aire sí que se ha convertido ya en más limpio, más claro y sano. Es el momento de emprender caminatas que prometen vistas panorámicas y bonitos contrastes de colores. Una fantástica opción es la ruta por el barranco de Ajuez en Chóvar que estos días no sólo nos obsequió con vistas kilométricas, sino también con muchas impresiones de tiempos pasados. Tiempos de duros trabajos en plena montaña, luchando contra las inclemencias.

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La ruta -bien marcada por señales del propio parque natural Sierra Espadán e indicaciones sobre distancias y tiempos- arranca cerca del embalse de Ajuez, construido en el siglo XII por los árabes, ampliado en varias ocasiones, usado como piscina municipal y hoy bastante maltrecho. El PR 138 en dirección a la imponente Nevera de Castro rápidamente nos adentra en el paisaje emblemático de la sierra, un paisaje caracterizado por vetustos alcornoques, helechos y rocas de rodeno. Es naturaleza en colores que van desde todo tipo de tonos rojizos, verdes, amarillos, grises y beige café. Un impresionante cuadro que estos días de invierno parece brillar aún más y compite con el azul intenso del cielo.

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barranco-de-ajuez11_casa-rural-shariquaDespués de haber pasado por la famosa Fuente Fresca, todo un símbolo para la tan apreciada agua de Chóvar, nos espera otra curiosidad que nos acerca a la historia del pueblo. Bajando una pequeña senda se encuentran los restos de la mina del «Socavón» que hablan de la barranco-de-ajuez12_casa-rural-shariquaextracción del cinabrio y su posterior fundición en hornos para obtener el mercurio. Una faena despiadada que dio empleo hasta los años 60 del siglo pasado y de la cual hoy en día sólo quedan los restos de raíles, herramientas retiradas y un par de vagonetas. Sin duda un inhóspito lugar que podría contar mucho sobre destinos poco felices.

En busca del sol subimos cómodamente hasta encontrarnos a una altura ya de unos 800 metros con la estrella de esta caminata: la Nevera de Castro, un imponente testigo de los inicios de la industria de la refrigeración. Fue construida en el siglo XVIII como depósito para la nieve y su posterior compactación. Así de apretada y además protegida por gruesos muros y tierra congelada, la nieve convertida en hielo aguantó hasta bien entrado el verano y poco a poco fue transportada hacia la costa o a cualquier otro lugar donde el calor apretaba y se buscaban formas para conservar los alimentos o enfriar las bebidas…

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Es una nevera preciosa que después de su restauración en los años noventa del siglo pasado da una perfecta idea de su funcionamiento y de la importancia de ese trabajo.

 

Y no sólo impresiona por su tamaño y las vistas que ofrece de su estructura interior, sino también  por su ubicación.

Difícil encontrar un mejor mirador del Mediterráneo que desde aquí tiña el horizonte de infinito.

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Falta un pequeño esfuerzo más para subir hacia el vértice geodésico desde donde la panorámica de nuevo es fantástica. El camino de vuelta nos lleva por las antiguas minas del Hemblar e invita a echar un último vistazo al barranco de Ajuez desde la Peña del Castellet. Han trascurrido tres horas, el viaje al pasado ha abarcado varios siglos.

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Caminando al pasado

4 Feb

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Es una cita especial la que ofrece el «Parque Natural Sierra de Espadán» para este sábado, 7 de febrero. Una cita con el pasado jinquerque se pretende abrir paso por la historia del pueblo abandonado llamado Jinquer. Dentro del proyecto «¿Conoces la Sierra de Espadán?» una ruta guiada lleva hasta las ruinas de este lugar tan especial. El lema: «Jinquer. Un pueblo abandonado lleno de vida». Una vida que según expertos empezó hace mucho tiempo.

En una página de turismo se puede leer: «Jinquer era una antigua alquería islámica cuyo nombre significa ‘cabaña’ o ‘granero’. Fue abandonada por los moriscos tras su expulsión en 1609 y ocupada por repobladores cristianos. El jinquer1_casa rural shariquacastillo perteneció a la casa de Jérica, fue conquistado tardíamente y formaba parte del Alcadiazgo de Eslida que comprendía los castillos de Eslida, Ahín, Sueras, Veo y Xinquer. Domina desde los riscos de un cerro el despoblado morisco del mismo nombre y el valle del río Veo. Se trata de un castillo roquero que conserva algunas de sus estructuras, como lienzos almenados y algunos de sus vanos.” 

Los restos de la iglesia, de varias casas y cobertizos, sin embargo, hablan de un pasado mucho más reciente. Jinquer fue abandonado en los años 30 del siglo pasado, cuando sus 100 habitantes huían de la Guerra Civil.

No cabe duda, entre las ruinas y la vegetación que se ha apoderado de muros, escalones y tejados, hay muchas historias escondidas. Historias llenas de vida.

La ruta guiada de unos 10 kilómetros de longitud sale a las 9.00 horas de la Plaza Cantón de Alcudia de Veo. Más información/inscripción bajo el link de la Generalitat  y en parque_espadan@gva.es o al teléfono 964 629 112.

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Bajo las nubes

25 Ago

 

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¿Emprender una caminata en pleno agosto? Sí, pero con tres ingredientes imprescindibles: El parte meteorológico prometiendo un día nublado, el despertador sonando a una hora indecente, y elegir un sendero que obsequia con bonitos trayectos entre árboles. Tres condiciones que estos días nos hicieron casa rural shariquasubir a la cima de la Rápita, preciosa montaña en el corazón de la Sierra Espadán.

Al llegar al collado de la famosa nevera justo entre las localidades de Algimia de Almonacid y Alcudia de Veo, el pico de la Rápita aún se esconde entre nubes bajas. También el mar en el horizonte logra tapar su brillo baja un manto de neblinas y nubes. Es el momento ideal para emprender el camino que casi desde el inicio no deja lugar a dudas: Habrá que superar una subida bastante fuerte hasta hacer cumbre.

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Si a mitad de camino el sol demuestra que no se deja impresionar por pronósticos meteorológicos y empieza a abrirse camino entre las nubes, no importa. Pronto habremos llegado a un bonito y denso bosque de pinos, encinas y algún que otro rugoso alcornoque que nos permiten avanzar sobre una blanda alfombra de pinocha y hojas secas, disfrutando de una sombra agradable.

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rapita9_casa rural shariquaNo cabe duda que el bosque vive una de las más severas sequías, el monte bajo parece haberse contraído y deja al descubierto y sin protección a madrigueras y un montón de fauna menuda que se da prisa en escapar de las pisadas que se acercan. Mucho más evidente, que el mundo de los animales minúsculos, son las huellas y cicatrices que ha dejado la Guerra Civil. Pasamos por muchas trincheras, escavadas en tierra, escavadas en roca o construidas en piedra seca, todas ellas pertenecientes a la importante línea de resistencia republicana «XYZ».

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Alcanzados los 1.106 metros del Pico Rápita, llega el momento del merecido almuerzo. Esto sí, las fantásticas vistas que en días claros quitan el aliento, este día se esconden entre las nubes y el centelleo del cada vez más caliente aire de verano. Tampoco importa, más bien es una buena excusa para repetir en primavera u otoño con sus cielos tan limpios y brillantes.

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Un pico que apasiona

21 Ene

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Con sus 1.099 metros es el segundo más alto de la zona, ha dado su nombre a todo un parque natural y desde cuatro pueblos en sus alrededores se abren caminos hacía él: Estamos hablando del Pico Espadán, una cima emblemática que obsequia con fantásticas vistas no sólo a las casi 32.000 hectáreas del Parque Natural Sierra Espadán, uno de los parques naturales más grandes de la Comunidad Valenciana, sino también a cimas lejanas y horizontes azules.

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Llegados a la cima, se ofrece una panorámica inolvidable: Rodeado de sus hermanos mayores y menores, el Pico de la Rápita (1.106 m) el Alto del Pinar (1.101 m), desde el Pico Espadán la vista abarca hasta la costa mediterránea o el pantano de Onda  y deja ver en el horizonte las dos cimas más altas de la provincia de Castellón: el Pico de Santa Bárbara (1.404 m), aún en tierras del Alto Palancia, y la Peñagolosa (1.813 m).

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Para llegar a este espléndido mirador, no obstante, al senderista se le exige algún que otro esfuerzo. Hay caminos hacia la cima desde Algimia de Almonacid, Almedíjar, Aín o Alcudia de Veo y la elección no es fácil, ya que todos llevan por el parque natural y ofrecen preciosas vistas y una naturaleza exuberante. Al caminante le esperan monumentales alcornoques, imponentes pinos y un sinfín de otros tipos de árboles y arbustos que se sienten a gusto en esa tierra especial, caracterizada por suelos de rodeno -una piedra que destaca por la alta absorción de agua- y agraciado por suficientes lluvias y un ambiente con un gran nivel de humedad. 

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Da igual la ruta escogida, una subida al Pico Espadán durará entre 3 y 6 horas y habrá desniveles alrededor de los 500 m. Un atrevimiento sudorífero, así que no extraña que esa caminata es todo un clásico para los meses de octubre e  invierno. Habrá que ir provisto de agua y un buen bocadillo. Y desde luego, con anteojos y cámara. 

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Y no sólo se descubre una vegetación variada, tampoco faltan viejos testigos de tiempos pasados: En esta parte de la sierra hay un gran número de neveras que antaño sirvieron para guardar la nieve hasta bien entrada la primavera y así abastecer de hielo durante los días más calurosos. Son edificios de piedra que datan de los siglos XVIII y XIX, en parte bien conservados o restaurados. 

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